En una nevada noche de Navidad, un niño emprende un extraordinario viaje en tren hacia el Polo Norte. A partir de ese momento empieza una aventura que le servirá para conocerse a sí mismo y que le enseñará que la magia puede estar siempre presente en la vida a condición de creer en ella.
Quizás sea una de las películas más entrañables que se pueda ver en Navidad. Nos traslada a un mundo de ilusión precioso en un viaje que todos hubiésemos querido hacer de niños. Con una animación muy conseguida en los detalles y movimientos de los personajes, no marea al espectador con cambios veloces de imágenes a los que desgraciadamente nos han acostumbrado en muchas películas de animación de los últimos años.
La historia no es muy novedosa y hasta se pueden preveer las situaciones en algunos momentos. Pero el ambiente invernal y navideño, así como la estupenda animación, crean un entorno ideal para disfrutar de una película redonda. Qué importa si el tema está muy trillado cuando la película merece la pena.
A pesar de la larga duración para ser una película de animación, no se hace larga ni pesada. Es más, invita a volver a comenzar el viaje.
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