Para Pierre Brochant y sus amigos el miércoles es el día de los idiotas. La idea es simple: cada uno debe llevar consigo un idiota. El que consiga llevar a la cena el idiota más espectacular de todos es el ganador. Esa noche, Brochant está pletóric: ha encontrado una auténtica joya. Un idiota redomado. François Pignon, un chupatintas del Ministerio de Finanzas, es un hombre apasionado por sus construcciones hechas a base de cerillas. Lo que Brochant ignora es que Pignon es un auténtico gafe, un maestro en el arte de provocar catástrofes.
Si tienes el muelle flojo, deberías llevar dodotis, es un golpe detrás de otro.
Partiendo de la premisa que la finalidad inicial es algo cruda e hiriente, la verdad es que te ries, porque el ser un idiota es un arte, que nada tiene que ver con hacer el idiota.
Una historia de enredo hilada a golpe de carcajada... si el asunto está enredado, y no se puede enredar más, entra alguien a escena y consigue enredarlo más...
Nunca meter la pata ha sido tan gracioso, llega un momento que crees que es imposible meter la pata tantas veces, pero te sorprenden metiéndola de nuevo...
Final inesperado que te deja con las ganas de más...
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