Cuando el mundo comienza a ser invadido por una pandemia de muertos vivientes, el experto investigador de las Naciones Unidas Gerry Lane intentará evitar lo que podría ser el fin de la civilización en una carrera contra el tiempo y el destino. La destrucción a la que se ve sometida la raza humana le hace recorrer el mundo entero buscando respuestas sobre cómo parar la horrible epidemia que amenaza a toda la humanidad, intentando salvar las vidas de millones de desconocidos así como la de su propia familia.
Empiezo sincerándome. No he leído la celebrada novela de Max Brooks. Soy un hereje, discúlpenme.
Aún sabiendo las deficiencias en la adaptación, 'Guerra mundial Z', en versión película, no pretende sino ser un 'blockbuster' veraniego, un refugio ante el sofocante calor y los deprimentes estrenos estivales. Y logra su objetivo con eficacia y, lo más inusual de todo, con inteligencia.
'Guerra mundial Z' hacía esperar no más que un pasable entretenimiento, pero sorprendentemente es más que eso: supone una gratificante aportación al sobreexplotado subgénero zombi, que atiende al movimiento perpetuo y a una panorámica de la espectacularidad con resultados no tan obvios (ni habituales) a los que nos tienen acostumbrados.
La ausencia de 'gore' no debería desalentar al aficionado, pues los estímulos que ofrece el filme son variados y atractivos, y el giro final merece verse no como una traición al original sino como una interesante vuelta de tuerca.
Para el que esto escribe, estamos ante un competente y generoso espectáculo, tenso y entretenido, que propone una ligera y atractiva desviación del mito zombi para estos días de canícula y vacíos espirituales. Y el epílogo propone secuela, la verdadera guerra. Habrá que esperar.
PD: En la imagen, cartel con el que se promocionó la película en España.
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