Narra el increíble y eterno viaje que el soldado alemán Clemens Forell emprendió en su dramática huida de un campo de concentración de Siberia después de la II Guerra Mundial. A través del crudo invierno siberiano, y con la única obsesión de regresar con su familia, Forell tiene que recorrer, paso a paso, un difícil camino hasta llegar a Irán y así poder salvar su vida y conseguir la libertad.
El protagonista se enfrenta a la hostilidad de los elementos, a la decepción, a la soledad, al alienamiento, al hambre y al cansancio y sale vencedor de todo ello merced a una fe inquebrantable en sus propias posibilidades de alcanzar el destino soñado. La narración es limpia y lineal, no hay interés en dibujar demasiado a los personajes, sino en presentarlos como se presentarían en un libro de viajes: extraños, exóticos, a veces amables y otras veces hostiles.
La película, a pesar de ciertas hechuras de TV movie, resulta tan apasionante y absorbente como precisa un viaje de este calibre y además transmite una sensación muy curiosa -una sensación que yo asocio más a menudo con libros que con películas-, la de haber sido los acompañantes invisibles, felices y algo cansados del protagonista durante toda una odisea inolvidable.
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